Después de un año volví a Barcelona. Volví por un proyecto relacionado con mi antiguo trabajo por lo que vi a mis antiguos compañeros. Fue una sensación extraña, volver después de un año a un sitio que has considerado tuyo durante tantos años. Todo era igual pero había cambiado, la vida sigue aunque tú no estés, y no cambia demasiado. Este comentario puede parecer egocéntrico, y lo es, pero es lo que yo sentí. Sentí que nunca me había ido, sentí que sólo había estado de vacaciones. Sentí que la última vez que estuve allí fue la semana anterior, tuve la sensación de que el tiempo no pasa, aunque pase el tiempo. Es extraño, pero nunca me consideré pertencer a ese lugar, nunca he sentido arraigo a ningún lugar, y sin embargo me invadió una melancolía, un no sentirse necesario, y una gran libertad también por eso mismo. También reencontré las miradas de viejos amigos, esas miradas de alegría sincera después de un año sin vernos.
El sábado a las 15:00 tenía mi tren de vuelta, esa mañana quedé con otra compañera del trabajo que al igual que yo lo había dejado, y me la encontré embarazada de 4 meses. Se había mudado a mi antiguo barrio, aproveché para pasear por mi antigua calle sintiendo ese sentimiento de pertenencia en la lejanía. Con esta amiga estuve varias horas poniéndonos al día, ella hablando del embarazo y de esa gran experiencia, y yo hablando de que ahora creo en Dios. A las 14:00 había quedado con un conocido en la estación para comer, y cuando me despedí de ella aún quedaba más de media hora para mi cita, con lo cual decidí volver a pasear yo sola por mi vieja calle. Y hubo una novedad, habían abierto una preciosa tienda llamada "pasaje a la India", y yo me dije,"a lo mejor tienen a la figura de krishna que he buscado todo este año en Alicante sin éxito". Entré y sólo habían figuras de Shiva y de Ganhesa, como en todos los sitios de estas características, y al fijarme bien había una figura de unos 20-30 cm (soy malísima con esto de los tamaños, y esto sé que da lugar a muchos chistes, pero es así), de bronce donde estaban Krishna y Radharani debajo del árbol de los deseos y sonriéndome. Viendo el precio me dije que no me lo podía permitir, por eso le dije a la chica que atendía la tienda si no habría alguna figura más pequeña (a menos tamaño, menos precio). Ella me dijo que no, pero que justo esa figura estaba a mitad de precio. No me lo podía creer, me los tenía que llevar. Me gustaría tener un vocabulario preciso para explicar lo que sintió mi corazón cuando decidí comprarlos. No lo puedo explicar. Puedo explicar que toda mi vida he soñado con encontrar ese hombre que me haga sentir la magia del verdadero amor, y en mi ilusión por encontrarlo siempre he creido que cuando nos miremos a los ojos sentiremos una emoción tan grande que no existirá la duda de habernos encontrado. Pues bien, en el momento de comprar las figuras me di cuenta de que yo no los había encontrado sino que ellas habían tenido la misericordia de permitirme que las encontrara, y cuando me di cuenta de eso sentí tanta emoción que no creo que si alguna vez me ocurra de encontrar al hombre de mi vida tal y como he explicado no sentiré tanta emoción que al encontrar a mis deidades.
Evidentemente este pensamiento es propio de una persona demente, con lo cual tuve que reprimir mi emoción, y con los ojos vidriosos pagar a aquella chica. Subir a mi tren, y dejar dentro de mi mochila a la figura en el asiento próximo al mío, por supuesto que con la cremallera abierta para poder ver a mis compañeros de viaje con mucha admiración y gratitud. Y la verdad que aunque pueda parecer tonto, doy las gracias de poder haberme emocionado así, porque en ese momento me sentí viva y feliz.
HARE KRISHNA
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