martes, 11 de diciembre de 2007
GRANDES MAESTROS
La inteligencia no tiene por qué estar correlacionada con el expediente académico, a veces las grandes verdades nos vienen de personas sencillas y humildes que includo no saben escribir. Quiero hablar de una persona que para mí ha significado mucho a pesar de no haberla conocido, murió dos años antes de que naciera. Es algo muy común el hablar bien de los muertos, sobre todo el día de su funeral, pero cuando alguien transciende a eso y se habla bien de esa persona muchos años después de su muerte, probablemente nos estemos encontrando con una gran persona. Estoy hablando de mi abuela. Toda la información que he escuchado sobre ella está cargada siempre de mucho cariño y emotividad, es posible que eso es lo que me haga echarla de menos aún a pesar de no haberla conocido.
Fue una mujer humilde, viuda a causa de la guerra, su marido sólo pudo dejarle tres hijos vivos, cuando él murió, el hijo más pequeño, mi padre, contaba con sólo un año de vida. Mujeres en su misma circustancias, vecinas, ejercieron la profesión más antigua del mundo, pero ella iba todo los días al lavadero y limpiaba los trapos sucios de los demás. Trabajaba de sol a sol, y durante la noche también, eso hacía que no pudiera estar con sus hijos todo el tiempo que le hubiese gustado. Lo más grandioso de todo esto es que, según dicen, nunca le faltó el sentido del humor.
Volvió a casarse cuando el pequeño tenía cuatro años con un viudo con otros dos hijos. Fue este un matrimonio por necesidad, pero aunque en un principio la idea es que la vida fuese más llevadera, no fue fácil que los hijos mayores aceptaran los respectivos sustitutos de los padres biológicos. Esta mujer comprendió que de esas dos familias debería crear una gran familia, y con 45 años, después de muchos abortos, tuvo un hijo de su segundo marido, hermano éste de todos.
Hay frases propias de cualquier maestro zen que la mujer regaló a lo largo de su existencia. Cuando mi padre le preguntaba el por qué eran tan pobres ella respondía:
-¿Pero no te das cuenta de la suerte que tenemos? No tenemos miedo de que nos quiten nada porque nada podemos perder.
Cuando mi madre se preocupaba porque mi padre llegaba tarde sin avisar, ella le decía:
-No tiene sentido preocuparse ahora. Si te preocupas ahora y luego no pasa nada, te habrás preocupado inutilmente. Si te preocupas ahora y tienes razón, lo vas a pasar mál dos veces.- ¿No os parece genial? Al parecer ella regalaba estas frases, este optimismo, y lo más importante, lo vivía. No tenía nada y sin embargo cuando veía a los vecinos que no podían comer, ella los ayudaba. Realmente desconozco si era una mujer religiosa o no. Pero este tipo de personas son las que hacen creer en la bondad del ser humano.
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